Conciliación con horarios europeos

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Estoy viendo un programa en televisión sobre la conciliación de vida laboral y familiar. Participa, entre otros, Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los horarios españoles y su normalización con otros países de la UE, que asegura que la conciliación «pasa por tener unos horarios europeos y así tener una mejor vida laboral y familiar». Según explica, no hay que confundir «entre estar trabajando y estar en el lugar del trabajo», por lo que propuso jornadas laborales «más intensas, más productivas y rentables para las empresas».

No puedo estar más de acuerdo. Libertad de horarios es el camino. Algunos incluso han tenido que rechazar un buen trabajo porque no le permitía compatibilizar vida laboral y familiar.

España es el país europeo en que más horas se trabaja y el tercero menos productivo, de ahí la necesidad de adoptar jornadas de trabajo que se interrumpan tres cuartos de hora o una hora (máximo) para comer y que concluyan entre cinco y seis de la tarde. Precisamente esto tiene un efecto colateral perverso: el abandono de los niños, que pasan la mayor parte del día solos. Esos “niños llave” que, desde muy pequeños, tienen llave de casa porque sus padres nunca están en casa cuando llegan. En Japón y ahora en Estados Unidos, donde la adicción al trabajo llega a límites insospechados, ha aparecido el fenómeno de los “niños caracol”: adolescentes que deciden encerrarse en su habitación y acaban convirtiéndose en años de reclusión voluntaria.

Me preocupa: dedico mucho tiempo al trabajo. Me gusta mi trabajo. Pero soy consciente de que debo ordenar mis cajones.
Ser igualmente productivo, aprovechando más el tiempo en la oficina y dedicar más tiempo a mi ocio.

Procrastinando voy, procrastinando vengo…

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Soy un procrastinador, aunque mi madre diría que “dejo las cosas para el último momento”. Hace un par de semanas leí que Enrique se autodefinía con ese “palabro”, y el tema me ha interesado. Una frase que recoge bien esta forma de ser es:

“Me gustan las fechas límite. Me encanta el zumbido que producen al pasar de largo.” (Douglas Adams)

Así soy yo. Para mí, el tiempo es como los gases: se expande hasta ocuparlo todo, pero es imposible de atrapar. Me encantan las fechas límite. Puedo tener una presentación con un cliente y levantarme a las 04:00 AM para terminarla. Lo hago cantidad de veces. Otro ejemplo claro es la torre de libros que tengo pendientes de leer: aún a riesgo de volverme loco, sigo comprando libros, aún cuando no he terminado de leer ni la mitad de la pila inicial. Tengo más de 15 libros por leer y va en aumento ! Me estreso…

Es una enfermedad que sirve a diario a casi el 100% de la humanidad geek. La cosa es más o menos así: estoy aburrido, voy a rediseñar mi página, ahora voy a traducir un libro, ahora, no, mejor ahora hago un programita que me baje de Internet todas las letras de Death Metal a mi disco duro en un formato XML… ahora, mejor me compro estos siete libros para aprender “whatever 5.4” y los pongo sobre la montaña que está junto al televisor, ahí junto a los 7 DVDs que no he visto. Un algo así como: “¡ponte a hacer una cosa nueva, no te preocupes por las otras trescientas también nuevas que te tienen estresado!”

Lo malo es cuando empiezas a sentir que tu faceta de procrastinador se extiende a otras facetas de la vida: de hoy no pasa que la ropa pendiente de lavar y planchar baje del metro de altura.

Vivir en 2006

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Lleva unos días circulando y no me resisto a ponerlo. La vida 2006 (o la vida 2.0):

  1. Accidentalmente tecleas tu password en el microondas.
  2. No has jugado al “solitario” con cartas de verdad en muchos años.
  3. Tienes una lista de 15 números telefónicos para localizar a tu familia ¡¡de sólo 3 miembros!!.
  4. Le envías un e-mail a la persona que se sienta junto a tí.
  5. La razón que tienes para no estar en contacto con tu familia es porque no tienen correo electrónico.
  6. Te vas a casa después de un largo día de trabajo y cuando suena el timbre de tu teléfono fijo, te preguntas que te querrán vender, porque ninguno de tus amigos lo usa ya (eso si tienes teléfono fijo).
  7. Cuando haces llamadas telefónicas desde tu casa, marcas el “0” para que te dé línea.
  8. Has estado sentado en el mismo escritorio cuatro años y has trabajado para 3 empresas distintas. O bien has estado en edificios de 4 compañías diferentes y tú siempre trabajabas para la misma.
  9. Tu jefe no tiene la habilidad para hacer tu trabajo.
  10. Cuando llegas a casa de alguien no le llamas al telefonillo, sino que le haces una llamada perdida para que baje.
  11. No tienes suficientes enchufes en casa para todos tus aparatos electrónicos. Si pones a cargar el móvil tienes que quitar el cargador de pilas, el discman o el MP3.
  12. Salir de tu casa sin móvil -el cual no has tenido los primeros 20, 30 ó hasta 60 años de tu vida- te da pánico y regresas a por él.
  13. Te levantas por la mañana y te conectas a internet a leer elmundo.es antes de tomar tu café.
  14. Mnds msjs cm st.
  15. Estás mirando alrededor para asegurarte de que nadie te ve que estás sonriendo enfrente de tu PC.
  16. Estás leyendo esto y te estás riendo.

Una tontería, pero bastante ajustado a la realidad.

Desobediencia creativa en los modelos de negocio

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Leo un artículo sobre Keiichi Kikuchi, quien es conocido en Japón por ser el CEO de una de sus mayores empresas editoriales.

After eight years as manager of a cramped bookstore in Nagoya, Japan, selling gossip magazines and cheesy novellas to housewives, Keiichi Kikuchi needed to breathe. So he borrowed money from his parents, convinced his wife to hand over her life savings of $50,000 and, with the help of a bank loan, opened his own shop. Village Vanguard, named after the New York club that inspired his love of jazz, sold avant-garde books. “Young people back then found the whole thing exciting,” recalls Kikuchi, 57, as he leans across the billiard table he uses as a desk.

That was in 1986; sales that first year were $210,000 (at today’s exchange rate). Now Kikuchi presides over an empire of 157 company-owned and 34 franchised outlets in Japan. The chain netted $7.4 million last year on revenue of $120 million.

His secret was cross-merchandising, an old staple of U.S. retailing but somewhat foreign to Japan. Kikuchi sells CDs, pictures, figurines and other paraphernalia by linking them to the specialty books on the store shelves. On the same shelf as, say, the novel Norwegian Wood by Haruki Murakami you might find the Beatles’ Rubber Soul album and books that inspired the Japanese author, including Truman Capote’sBreakfast at Tiffany’s; a photo collection of Audrey Hepburn, who starred in the movie of the same title, rounds off the display. The travel section might offer magazines, tour guides, model jumbo jets, compact suitcases, chunky hotel key holders and retro push-button phones once common in U.S. hotel rooms.

Habla el artículo sobre su secreto: la introducción de cross-merchandising en sus tiendas. Vende CDs, fotografías, figuras y otra parafernalia relacionada con el libro que está en cada estantería: en la misma estantería que la novela “Norwegian Wood” de Haruki Murakami puedes encontrar el álbum (Rubber Soul) donde aparece la canción (Norwegian Wood de los Beatles) y otros libros que inspiraron la novela, como Breakfast at Tiffany’s de Truman CapoteOtras empresas como Starbucks también buscan la experiencia más ‘cool’ posible para el cliente: libros, revistas, juegos, conexión a Internet, etc.

Y todo esto en un negocio, como éstede los libros, que parece tendente a desaparecer con el tiempo, o al menos a ver significativamente disminuidas sus ventas. Crear nuevos negocios debe fundamentarse en esta lógica de desobediencia creativa, aplicada sobre una base de sentido común (empresarial, se entiende). Los negocios no se realizan como dictan los libros o, por lo menos, no los negocios innovadores. La fábrica de nuevos negocios se llama: prueba y error. Prototipos, ideas y proyectos arriesgados, alocados, absurdos, rápidos. Ensayo, error, ensayo, error y, de pronto, ¡ funciona!

Créditos de la fotografía: alexblanck en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

 

Reglas de presentación

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Interesante la regla 10/20/30 de Guy Kawasaki para realizar presentaciones: una presentación Powerpoint debería tener como máximo 10 diapositivas, durar como máximo 20 minutos y usar tipografías de un mínimo de 30 puntos. Me ha recordado bastante a los “Diez consejos para hacer una buena propuesta”.

Kawasaki plantea ésto para las reuniones con empresas de capital riesgo, donde los emprendedores deben presentar su idea e impactar en pocos segundos. De este modo, propone el siguiente esquema de presentación:

  1. Problema
  2. Tu solución
  3. Modelo de negocio
  4. Tecnología
  5. Marketing y visión comercial
  6. Competencia
  7. Equipo
  8. Expectativas e hitos
  9. Estado actual y tiempos de proyecto
  10. Resumen y plan de acción

De momento, aunque creo que lo aplicaré en la medida de lo posible (la regla, no el esquema de presentación) ya me lo voy a saltar a la torera: mañana tengo una presentación y tengo cerca de 30 transparencias (algunas con letras menores de 20) y me llevará cerca de 1 hora. ¡Qué desastre !

Créditos de la fotografía: mattcornock en Flickr (bajo licencia Creative Commons)