Conciliación con horarios europeos
Estoy viendo un programa en televisión sobre la conciliación de vida laboral y familiar. Participa, entre otros, Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los horarios españoles y su normalización con otros países de la UE, que asegura que la conciliación «pasa por tener unos horarios europeos y así tener una mejor vida laboral y familiar». Según explica, no hay que confundir «entre estar trabajando y estar en el lugar del trabajo», por lo que propuso jornadas laborales «más intensas, más productivas y rentables para las empresas».
No puedo estar más de acuerdo. Libertad de horarios es el camino. Algunos incluso han tenido que rechazar un buen trabajo porque no le permitía compatibilizar vida laboral y familiar.
España es el país europeo en que más horas se trabaja y el tercero menos productivo, de ahí la necesidad de adoptar jornadas de trabajo que se interrumpan tres cuartos de hora o una hora (máximo) para comer y que concluyan entre cinco y seis de la tarde. Precisamente esto tiene un efecto colateral perverso: el abandono de los niños, que pasan la mayor parte del día solos. Esos “niños llave” que, desde muy pequeños, tienen llave de casa porque sus padres nunca están en casa cuando llegan. En Japón y ahora en Estados Unidos, donde la adicción al trabajo llega a límites insospechados, ha aparecido el fenómeno de los “niños caracol”: adolescentes que deciden encerrarse en su habitación y acaban convirtiéndose en años de reclusión voluntaria.
Me preocupa: dedico mucho tiempo al trabajo. Me gusta mi trabajo. Pero soy consciente de que debo ordenar mis cajones.
Ser igualmente productivo, aprovechando más el tiempo en la oficina y dedicar más tiempo a mi ocio.