Trolls, comunidades y participación genuina

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Participación genuina

Ayer leía que el Ayuntamiento de Madrid ha abierto uno de sus proyectos insignia: Madrid Decide, el portal de gobierno abierto y participación ciudadana.

El proyecto me parece interesante como experiencia de participación y de debate democrático en un ámbito público y digital. Es una forma de reconectar con la sociedad y superar las crisis de autoridad y credibilidad en que está inmersa la política. Se trata de estar conectados con los ciudadanos y cultivar esa relación de proximidad. Y no sólo que la administración (local) dialogue con los ciudadanos sino que, además, construya contextos donde los ciudadanos puedan identificarse entre sí, creando redes de confianza y colaboración mutua. Además, el portal se ha diseñado como un espacio de participación abierta. Sin barreras de entrada para el acceso de nuevos usuarios y con igualdad de oportunidades (sin jerarquías ni filtrados) para participar. Una forma de colaboración voluntaria, donde la fidelidad estará directamente relacionada con el objetivo de producir información relevante para la comunidad.

La clave es cómo se gestiona y sostiene la participación abierta y voluntaria y, al mismo tiempo, se logra producir esa información significativa. Porque, como era previsible con ese modelo abierto, a las pocas horas de lanzarse el portal se llenó de debates estúpidos sin sentido. Lo que se planteaba como un debate abierto con los ciudadanos se convierte en un “troleo” máximo, con origen en Forocoches.

Para lograr el objetivo explícito de producir información significativa, este proyecto -como otros similares- se enfrenta al desafío de los desmanes, los exabruptos, el desorden y la ingente tarea de filtrar las contribuciones más relevantes para la comunidad. Una vez más se vuelve a cumplir la evidencia, lo que denomino axioma de participación 2.0:

Las buenas intenciones de un proyecto abierto, basado en la colaboración voluntaria, corren riesgo de fracaso si no consigue aglutinar y mantener la participación. Y, en el extremo opuesto, también si es objeto de los desmanes provocados por trolls o deriva en una sobreabundancia de información poco relevante.

Evidentemente, la primera tentación es cortar de raíz el problema. Limitar el acceso a determinados usuarios o, al menos, establecer un uso más restrictivo a grupos de expertos o comités de sabios. Pero ya sabemos que tomar medidas coercitivas inhibe la contribución y la participación, al menos si queremos que sea una participación genuina.

Una posible solución es mantener la entrada es libre, pero que tengas que ganarte el derecho a que te escuchen. Es decir, aplicar un modelo abierto sin barreras de entrada, pero que aplique después una cierta disciplina de autorregulación que imponga ese orden que ayude a separar la señal (lo relevante) del ruido.

La dificultad está en ver cómo conseguir que esa participación sea de calidad, que añada valor a la comunidad, mejore el resultado final y no sea una suerte de trolls que sólo buscan visibilidad. Al menos, no alimentemos al troll.

Créditos de la fotografía: mlhradio bajo licencia Creative Commons.

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