Educación en pensamiento crítico

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Este fin de semana hemos disfrutado de las charlas del segundo TEDxZaragoza, con el sugerente título de “Sabotajes”. Algo que siempre echas de menos en TED es la posibilidad de interactuar con el ponente. Y esta vez, los organizadores de TEDxZaragoza prepararon un open space para poder debatir, de forma abierta, los temas que los asistentes decidieran. Gran idea.

Se trataron varios temas, pero uno de los más concurridos fue el debate que propuso José Antonio Pérez (@mimesacojea) sobre cómo incentivar el pensamiento crítico en la escuela, debate que se había iniciado con un post de Javier Peláez. Dicho de otro modo: ¿es urgente tener una asignatura específica de pensamiento crítico o ese pensamiento debe empapar toda la educación? José Antonio defiende, con buenos argumentos, que preparar una asignatura específica sería una derrota (muy recomendable lectura):

¿Os creéis todo lo que leéis en internet?
Quien lo pregunta es un periodista llamado Luis Alfonso Gámez. Se encuentra en el aula de un instituto, rodeado de chicos y chicas de unos 15 años, con sus teléfonos inteligentes, sus camisetas de death metal, su maquillaje y sus consolas portátiles. Todos responden que sí, claro, ¿por qué no iban a creer lo que está en internet?
(…)
Hablando con educadores, no es difícil encontrarse con una queja recurrente: la dificultad de poner en práctica todo lo que se les exige (incluidas las dos frases de la LOE mencionadas más arriba) con unas herramientas muy limitadas. Bastante que, a duras penas, conseguimos abarcar todo el temario, suelen decir. ¿Pero realmente es necesario un tiempo extra para introducir el pensamiento crítico en clase? ¿De verdad hace falta material, aulas o libros adicionales para enseñar a los ciudadanos de futuro a pensar por sí mismos? ¿Hace falta una asignatura específica de pensamiento crítico, como defiende el título de Javier Peláez? ¿Soy el único al que eso le suena a derrota?

El tema es complejo y con muchas aristas. En primer lugar, según mi visión, la educación debe favorecer el desarrollo de competencias para enfrentarte a los desafíos que la vida te va planteando. Esto supone aprender a analizar, dialogar, socializar y contrastar información, pero también ir consolidando lo aprendido en situaciones reales. Por tanto, en principio no me parece relevante el debate de si es necesaria una asignatura específica o no; me parece más relevante la necesidad de incorporar pensamiento crítico en la educación (algo que estoy seguro no se está consiguiendo en muchos casos).

En segundo lugar, lo primero que te preguntas es cómo se puede desarrollar algo tan abstracto como lo que llamamos pensamiento crítico.
Estaremos todos de acuerdo que, detrás del pensamiento crítico, se encuentra la duda, la apertura a la crítica y a revisar lo que somos y lo que pensamos. La base es que cada persona (alumno/a) aprenda a cuestionar y preguntarse el por qué de las cosas. Puede adoptar la forma de curiosidad o de cuestionarse lo aprendido. Incluso, por qué no decirlo, ejercita la humildad intelectual al reconocer que sus razonamientos pueden ser incompletos o erróneos, lo que le lleva a seguir buscando respuestas. En el ‘open space’ se plantearon ideas desde un punto de vista práctico como abrir espacios de debate y lectura, incentivar la conexión con personas diversas o, simplemente, el clásico “viajar te abre la mente”.

Como decía Pablo Echenique-Robba, el pensamiento crítico suele confundirse con el pensamiento científico y no son exactamente lo mismo: hay personas con nula formación científica que tienen un elevado pensamiento crítico y, por contra, científicos con escasa capacidad de cuestionar temas. Efectivamente, saber científico no tiene por qué ser directamente proporcional a pensamiento crítico. El pensamiento crítico no debe significar criticarlo todo, sino más bien saber distinguir entre dogmas/creencias/costumbres y el conocimiento basado en evidencias.

En mi opinión, un déficit importante que detecto es una mayor mejor formación en materias humanistas. Con una sociedad cada más técnica e hiper-especializada, resulta que en toda la humanidad civilizada se habla de una crisis de valores, especialmente en los jóvenes. La adolescencia (época en que empezamos a experimentar, a desarrollar un criterio propio y a integrarnos socialmente) es justo donde la formación con matiz humanista empieza a escasear hasta desaparecer. Parece que existe un cierto desgarramiento entre ciencias y letras, entre técnica y humanismo.

Echenique me replicó indicando que no compartía la argumentación porque, del mismo modo, hay otras materias como la literatura o la economía que también son extremadamente importantes en la vida, y no por ello es imprescindible que debamos estar formados en todos estos aspectos. Tiene razón, aunque creo que sólo en parte. Como no tuve posibilidad de replicar su argumentación, lo hago en estas líneas. Es sólo una idea en desarrollo, espero vuestras aportaciones.

Pienso que esa formación humanista transversal conseguiría reforzar los elementos de juicio necesarios para construir una ciudadanía con conciencia crítica. No hablo de formar en filosofía o arte o ciencia social. Hablo de un humanismo práctico, que ayude a la persona con una serie de principios de pensamiento en cualquier disciplina. Vean, por ejemplo, esta mini-guía con algunas herramientas y conceptos para el pensamiento crítico, editada por la Fundación para el Pensamiento Crítico (que he descubierto al documentarme sobre el tema).

Es la preocupación por la razón per sé de la educación. Como sostiene Martha Nussbaum (vía Josep M. Lozano), la educación debe preparar para el trabajo, pero también para el ejercicio de la ciudadanía y para dar sentido a la vida. Y que cada vez más el primer objetivo absorbe todos los recursos (escasos, hoy día) y energías, y arrincona a los otros dos. Cuando lo lógico sería que el primero fuera una consecuencia del desarrollo de los dos últimos.

¿Podemos permitirnos el lujo de no cuestionar nuestras creencias y aceptar prejuicios o verdades de manera acrítica? Claro que no, salvo que queramos convertirnos en muñecos en manos de otros. No le hacemos un favor a la sociedad (ni a nosotros mismos) si no revisamos nuestros valores para saber qué sucede y si, efectivamente, nos encontramos libres de prejuicios y creencias erróneas, sean inculcadas o no. Más aún, si determinadas “verdades” suponen delimitar las oportunidades y derechos de las personas.

Hablando sobre esa formación humanista, la reflexión de Echenique me hizo pensar que quizá sería más eficaz una formación humanística “fuera de las humanidades”. Permear el sistema de formación humanista, con una fuerte presencia pero sin que sea explícita como materia. El reto está en conseguir un buen maridaje y en “cómo deben integrarse las disciplinas humanistas en un marco que le ha sido ajeno”, como explica Amalio Rey hablando de liderazgo humanista en las organizaciones. No tienen sentido curricular, tienen sentido en el marco de servir al proceso de desarrollo personal e intelectual de la persona (alumno/a).

Además, hay una derivada más para no evitar una asignatura específica: sería difícilmente evaluable. Se trata de lograr que los alumnos reflexionen,
analicen, argumenten y obtengan conclusiones por sí mismos. Carece de evaluación de la materia en sí misma, porque su impacto debería ser transversal a cualquier disciplina. Igual que no tenemos que formarnos en respeto a los demás (son implícitas), tampoco en pensamiento crítico. Quizá José Antonio estaba en lo cierto y, en la práctica, sería una derrota tener una asignatura específica.

Desconozco si los planes de estudios actuales hacen un mayor hincapié en formar el pensamiento crítico, pero lo dudo viendo el resultado. En definitiva, me parece básico el planteamiento que la formación técnica no puede ir sola: debe ir acompañada de aspectos humanísticos de calado. Como decía Nussbaum, “¿con qué nos encontraremos en el futuro si estas tendencias se prolongan? Pues tendremos naciones enteras compuestas por personas con formación técnica, pero sin la menor capacidad para criticar a la autoridad, es decir, naciones enteras de generadores de renta con la imaginación atrofiada.”

(La foto de esta entrada es de boetter en Flickr)

#ForoRedCa1, el cambio desde la perspectiva artesana

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Ya han pasado unos días desde la celebración del primer #ForoRedCa1, que estuvo dedicada a explorar diferentes estrategias donde las organizaciones pueden gestionar el cambio desde una perspectiva de consultoría artesana.

Ya hemos comentado por aquí que transitamos por un período en el que buena parte de los esquemas de los que nos hemos dotado como sociedad y como organizaciones están en pleno proceso de redefinición. Así que no puede ser más adecuado un planteamiento fresco desde la particular visión artesana. Una red de personas, de experiencias vividas y de formas de entender la consultoría (y, por ende, el trabajo).

Ideas diferentes alrededor del cambio

Es cierto que me ha costado digerir tantas ideas y sigo procesando. Con la edad me he dado cuenta que mi metabolismo es más lento. Diez ponencias con enfoques tan diferentes dan mucho juego, aunque sean de 10-15 minutos de duración. Y cien asistentes aportando ideas y conversación lo convierten en un aluvión.

No creo que merezca la pena detenerse en el detalle de cada ponencia. Sin embargo, sí quiero recoger algunas ideas de cada ponente y detenerse en el debate que se fue generando y (supongo que lees mi blog por esto) en algunas conclusiones personales.

  • Mª Jesús Salido empezó sobre adaptación, con un discurso potente sobre la necesidad de adaptarnos a un nuevo contexto de nodos libres conectados (redes), global y digital. Y del impacto sistémico de ese contexto a todos los niveles: educación, empresas, gobiernos, economía, sociedad, política, etc. No es solo tecnología, se trata de una transformación cultural.
  • Amalio Rey se centró en la resistencia al cambio, presentando un proceso bien argumentado sobre cómo optimizar el manejo de las resistencias, sin miedo a la confrontación directa en último caso.
  • Nacho Muñoz habló de resiliencia y transformación positiva frente al cambio como la capacidad de identificar, afrontar la adversidad y ser transformados en el proceso. Y,para ello, no dejar de ver los problemas como retos, experimentar el error y (ojo a esto) apostar por la serendipia frente a la hiper-planificación, que deja poco margen (¿conexión con metodologías ágiles?).
  • Manel Muntada se centró en la responsabilidad, planteando interrogantes sobre cómo poder dar responsabilidad a las personas mientras que las organizaciones, en paralelo, suelen desarrollan complejos sistemas y mecanismos de control que suelen ser ajenos a ellas.
  • Asier Gallastegi habló de confianza y de cómo hay que gestionar el cambio construyendo espacios donde no haya lugar para el control, aunque sea permisible el miedo.
  • Juanjo Brizuela, fue la coherencia en la comunicación y de la necesidad de tener un discurso consistente en el cambio que queremos provocar.
  • José Miguel Bolivar, ¿adivinan de qué habló? Han acertado, de productividad y toma de decisiones y cómo cada vez es más importante decidir bien qué hacer (eliminar trabajo basura) y hacer bien. Dos caras de la productividad, centrada en la personas.
  • Antonio José Masiá, se centró en las personas como agentes del cambio y la necesidad de implicarlas, para que actúen como correa de transmisión. ¿Cómo? Generando espacios para la transparencia, la organización en red, destacando la comunidad por delante de las jerarquías.
  • Julen Iturbe planteó su ponencia desde la experiencia, analizando la transformación usando varios ejemplos del MundoReal.
  • Y, por último, Alberto Barbero, se centró en el optimismo realista como el mejor disolvente del miedo al cambio, creando climas emocionales positivos para contrarrestar las posibles percepciones negativas del cambio.

Algunas reflexiones

Un punto clave que me gustaría comentar es el de resistencias que planteó Amalio. De hecho, ha escrito un post magnífico al respecto, con 20 ideas sobre cómo gestionar las resistencias al cambio. Algunos temas que me parecieron clave:

  • Las resistencias son una señal de que el cambio está siendo significativo. Si nadie se resiste, es porque el cambio es muy superficial y no tiene impacto.
  • En un proceso de transformación profunda, las cosas siempre empeoran antes de mejorar. Para ver resultados, hay que tener un margen suficiente de paciencia.
  • Trata de ser eficiente en el cambio y empieza por alcanzar progresos rápidos que generen credibilidad. Por tanto, es mejor empezar por la periferia que por el núcleo. Además, implica a las capas intermedias, son las que facilitan o atascan la circulación del cambio.
  • El cambio real no es lo que dice la gente, sino lo que hace.

Asier Gallastegui comentó un aspecto de una importancia vital: evita desnudar a las personas, es decir, evidenciar sus miserias. Hay que tener mucho cuidado con esto. El cambiador puede tender a actuar desde la soberbia y esto solo conduce al fracaso. Una reflexión personal: me queda la sensación que una idea para el cambio es que debemos reconocernos mientras cambiamos. Para darle una vuelta, desde luego.

De Alberto Barbero, me quedo con una frase que utilizó de Eugenio Moliní: “las personas participan y se comprometen si quieren. Diseña espacios para que las personas puedan elegir”.

Se habló también de moderar las expectativas iniciales de los procesos de cambio. Nacho comentó que, en la práctica, el consultor artesano debe  “generar el mínimo de expectativas posible para que firmen el contrato”. Y Amalio reforzó la idea de utilizar el valor de la franqueza con el cliente, como base para generar confianza: ser coherente y sincero con esas expectativas, poniendo encima de la mesa las dificultades desde el primer momento.

De la ponencia de Julen, rescato algunas cargas de profundidad que me han hecho pensar mucho estos días. Ya conocen quienes leen este blog que siento una debilidad especial por sus planteamientos:

  • ¿Qué es lo que no cambia? Lo que no cambia es tu esencia.
  • ¿Es lógico cambiar cuando las cosas van bien?
  • Cuando todo cambia, ¿es no cambiar una estrategia de cambio?
  • Para generar cambio, aprovecha inercias y ponlo en marcha con la mínima fuerza posible. Puso un buen ejemplo de un ave en vuelo, aprovechando las corrientes.

Para finalizar os dejo un video que nos puso Manel, que hace reflexionar sobre nuestra capacidad de adaptación al cambio a partir de un tarro de pulgas:

Tal vez lo que toca es inspirarse en estas miradas diferentes, analizar con calma el cambio en que estamos inmersos y cuestionarse lo que está pasando. Superar los retos que vengan dependen de esto.

Créditos de la fotografía: Evonne en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Hacia una nueva etapa profesional

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Ha llegado el momento. Llevo algunos meses barruntándolo, pero en estas últimas semanas se ha concretado: después de 15 años, hoy es mi último día de trabajo en Endalia. Ha sido un viaje intenso y enriquecedor, lleno de aprendizaje y experiencias. Y algunos sinsabores, claro.

Dejo por voluntad propia un trabajo que me ha apasionado durante años, para abrir una nueva etapa profesional. Ha sido una decisión meditada, pero tengo la sensación que este ciclo ha finalizado y que, probablemente, hace tiempo que acabó sin saberlo. Cuando sientes que el proyecto ya no te hace vibrar y tus prioridades han cambiado, es mejor dejar paso. Seguramente, hubiera sido más fácil seguir la inercia de lo conocido (y la seguridad que supone), pero necesito algo más. ¿Inconformismo? No lo sé.

Dicen que las mejores travesías comienzan con un primer paso y con la decisión de acabarlas. Es hora de asumir nuevos retos y proyectos. Próxima etapa: volver a trabajar en proyectos que me ilusionen, y trabajar con personas con quien me apetece compartir intensamente mi vida profesional. Dar significado a tu vida profesional es dar vida a eso que te importa.

Cambio de trabajo pero mantengo este blog y la cuenta de Twitter. Identidad digital lo llamaría mi amigo Alfonso. Por supuesto, seguiré vinculado a lo que más me gusta: aplicar la tecnología y la gestión de personas para mejorar la eficacia de las organizaciones. Y retomar mi intención de explorar el modelo de consultoría artesana y empresa abierta. De volver a hacer hincapié en valores como el deseo de compartir y construir juntos, colaborando.

Es tiempo de cambio, el futuro empieza hoy.

Créditos de la fotografía: smee en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Pensamiento complejo y toma de decisiones

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En pensamiento complejo, todo depende de las reglas básicas que se siguen dentro de un sistema y es importante entenderlas para poder desenvolverse. Habitualmente, es inútil predecir resultados precisos y, por tanto, es peligroso aplicar soluciones demasiado simplistas.

Los sistemas biológicos consiguen crear complejidad a partir de reglas muy simples. La naturaleza utiliza esos mismos patrones en todas las escalas, como bloques básicos de construcción para la complejidad. Estas reglas se aplican a diferentes escalas, como en la geometría fractal.

La vida es turbulenta, pero no extraordinariamente caótica ni demasiado ordenada. Por ejemplo, el cuerpo humano es un sistema que autorregula su actividad. Somos seres complejos, con atributos e interacciones de un orden diferente, imposibles de reducir. El cerebro o el sistema nervioso, por ejemplo, tienen estructuras fractales. Así el cuerpo puede seguir funcionando en caso de enfermedades, porque las zonas sanas suplen las funciones de las zonas dañadas.

En las organizaciones -o en la misma sociedad- es similar: el orden extremo y el caos absoluto llevan a una muerte segura, porque son antinaturales. Estamos acostumbrados a organizaciones que persiguen un control jerarquizado, en vez de promover el autocontrol de las partes del sistema. Pero el control jerárquico es demasiado ineficiente en entornos de pensamiento complejo. El decisor debe esperar a la información. Y, cuando toma decisiones, suele ser demasiado tarde. Además, esa información se distorsiona en cada paso. Sin embargo, la auto-organización y la auto-regulación ayudan a tomar decisiones en tiempo real. Aporta una forma de resolver -o prevenir- un problema.

Créditos de la fotografía: Dexter en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Change.org: ¿Plataformas sociales o plataformas de control social?

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Desde ayer, tengo sentimientos encontrados con respecto a Change.org (antes Actuable en España).

Es evidente la necesidad de un portal como Change.org, una plataforma de movilización ciudadana que se apoya en Internet para impulsar campañas desde un punto de vista social. Su misión, como ellos mismos dicen, “es ofrecer herramientas tan efectivas, que permitan que el conocimiento público de una injusticia sea condición suficiente para acabar con esta”. De hecho, estoy convencido que tienen capacidad para cambiar las cosas, porque pequeñas acciones pueden generar un gran impacto.

Su éxito es, precisamente, el éxito de cada campaña que se lanza en su web. Y esta semana hemos visto cómo su éxito ha sido la repercusión mediática del apoyo de más de 750.000 personas a la dimisión de la cúpula del Partido Popular.

Después de esta repercusión en medios, me sorprendí primero con un post de Ricardo Galli y después con otro post de Andrés Rodriguez “El fraude de las firmas online con la dimisión de Rajoy”, demostrando cómo Change.org no controla votos duplicados o falsos. Es decir, que cualquiera puede votar por otra persona, o incluso implementar un bot para incrementar el contador con votos falsos. Pueden leer los comentarios de Alberto Medrán (Director de Comunicación de Change.org) en el post de Galli, para darse cuenta que las explicaciones no son suficientes. Incluso se contradice.

Ha habido otros casos de incidentes con Change.org, como el que explica Ignacio Gafo hablando de que, después de apoyar una iniciativa, apareció en otra causa para la que no había dado su consentimiento. ¿Cómo distinguir entre causas justas y boicots malintencionados? ¿Cómo fiarse del número de votos que apoyan una iniciativa?

En mi opinión, el error de Change.org por el que han perdido mi confianza es intentar esconder, minimizar y hasta negar la evidencia. Si te equivocas (o algo es manifiestamente mejorable), lo confiesas y lo explicas. Eso te hace ganar en credibilidad. Si lo ocultas, me queda la sensación que su única intención es buscar repercusión.

Personalmente, me siento decepcionado y, por qué no decirlo, hasta utilizado. Peticiones como “Que todos los partidos sean transparentes y abran sus datos” me parecen imprescindibles. De hecho, me pareció tan importante que la firmé y la tuiteé ayer mismo. Sin embargo, no pienso apoyar ninguna campaña más mientras no se aclare, con una explicación al menos, el funcionamiento de votación en Change.org de una forma transparente. Una pena que paguen justos por pecadores, pero si es cuestionable su fiabilidad de voto, mi confianza se resiente.

Más aún, he valorado eliminar mi cuenta, y les he preguntado lo siguiente. Casi diez horas después de haberles escrito, sigo esperando una respuesta. Han respondido a otros usuarios en este tiempo, pero no han tenido a bien hacerlo conmigo:

Como ciudadanos, nos jugamos demasiado como para asumir errores de bulto como éste. Como dije cuando hablaba de Aaron Swartz, si solicitamos transparencia a otros y luego no actuamos en consecuencia, perdemos credibilidad. Es exigible, por tanto, la máxima transparencia para aquellos que recogen las opiniones de la ciudadanía con sus plataformas.

Créditos de la fotografía: The Infatuated en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

ACTUALIZACIÓN (04.02.2013 ): En la misma línea crítica, Ricardo Galli ha publicado también un post en su blog: “Firmas” falsas, falta de transparencia y controles en change.org, pero mucho autobombo.