Tendencias y optimismo racional en 2014

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Además de hacer retrospectivas, los finales de año son momentos propicios para mirar hacia delante. Así que, aunque suelo ser descreído con las predicciones,  leo con detenimiento los análisis de tendencias, más con la mirada puesta en un marco de referencia  que como verdad absoluta. Tendencias tecnológicas que, de algún modo, transformarán nuestra vida y cómo nos relacionamos. Tendencias culturales y sociales, como las que hacen los indianos. Sobre la consolidación de la economía directa, el modo de producción P2P y compañías comunitarias, apoyadas en una mayor soberanía y autonomía personales. O tendencias más generalistas y transversales, como las predicciones de Nesta sobre tendencias urbanas, política, energía, empleo o voluntariado.

Es curioso este ámbito de las predicciones: tenemos más información que nunca, y seguimos fallando como casi siempre. La incertidumbre es la única predicción segura y los expertos son incapaces de predecir con certeza lo que ocurrirá (más erráticos cuanto más especialistas, como explica Philip Tetlock). Quizá por eso se apuesta por predicciones negativas, que suelen tener mayor margen de acierto. Y quizá por eso también, lo negativo tiene mayor repercusión mediática (lean a Roubini, Krugman o Niño Becerra) y no encajamos bien las predicciones positivas. En estos tiempos donde parece que todo camina hacia atrás, también hay motivos para ser racionalmente optimista:

El mundo ha mejorado en los últimos siglos. Lo ha hecho asombrosamente en lo material y en casi cualquier otro ámbito de la vida de las personas: la educación se convirtió en universal, aumentó el respeto por las minorías, se extendieron los círculos de inclusión social, la violencia se volvió más infrecuente y disfrutamos una revolución de la salud. (…)
Sé que mucha gente niega el progreso con buenas intenciones. Algunos lo hacen porque miran el mundo y sus injusticias, e incapaces de imaginarlo peor, idealizan un pasado difuso y poco claro. Otros lo hacen como estrategia, porque temen que si aceptamos el progreso caeremos en la inacción y el conformismo. Es una inquietud razonable, pero también algo falaz, porque no hay nada incongruente en opinar que el mundo ha progresado y que a la vez queda todo por hacer.

Estamos empeñados en cambiar el mundo. Demasiados aspirantes, mejor que lo intenten de uno en uno. Y como la realidad se empeña en poner más dramatismo que cualquier película, será cuestión de empezar por construir algo que funcione en nuestro entorno cercano. En cualquier ámbito, dejar de ser ovejas mansas y convertirnos en protagonistas. En definitiva, vivir en sociedad también implica intentar hacer la vida más agradable a quienes tenemos alrededor.

BOLA EXTRA: Si quieren una visión del futuro, merece la pena conocer las teorías del físico teórico Michio Kaku.

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