Derechos de autor y mantener el statu quo

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En el ámbito de la política y la diplomacia, el término «statu quo» se utiliza frecuentemente con el objetivo de mantener la ambigüedad sobre una situación, de forma que se evita explicitar los factores de enfrentamiento que existen, aunque los interlocutores saben de qué se trata.

Ya hemos hablado en otras ocasiones de mantener el statu quo en el sector cinematográfico,  y como algunos ‘outliers’ buscan otros modelos de negocio, yendo contrarriente y apostando de forma valiente por integrar otras vías de distribución en su producto y aprovechar su potencial desde el primer minuto. Lo mismo ocurre con la música o los libros.

En el tema de la música, la situación es muy parecida. Esta semana me sorprendió esta noticia sobre el lanzamiento de una edición especial de obras inéditas de Bob Dylan. La noticia no tendría mayor trascendencia si no fuera porque el título es “Bob Dylan: The COPYRIGHT Extension Collection, Vol. 1”. Las grandes discográficas ya no tratan de ocultar sus abusos del espíritu de la ley de derechos de autor, con el fin de mantener los contenidos bajo llave el mayor tiempo posible.

Two spokesmen for Sony confirmed that the set was legitimate, its bootleglike appearance notwithstanding. They explained that the point of the release was to keep the recordings under copyright protection in Europe, where the laws are in flux. Currently, recordings can be copyrighted in Europe for 50 years, a much shorter term than in the United States, where recordings made since 1978 will remain copyrighted until 70 years after the death of the last surviving author.

In 2011 the European Union revised its copyright laws to extend copyright to 70 years. The change is not yet in effect but will be by 2014. And there’s a catch, a “use it or lose it” provision: recordings cannot benefit from the 20-year extension unless they were published before the 50-year term expired. The recordings on “The 50th Anniversary Collection” were about to fall over that legal precipice.

Es decir, solo podrán beneficiarse de esta extensión las grabaciones que hayan sido publicadas antes de que el periodo de 50 años de copyright haya expirado. El objetivo de este lanzamiento es claro: mantener los derechos de explotación en Europa antes de que entre en vigor el cambio normativo sobre copyright en la UE. Las compañías discográficas tienen una gran influencia, especialmente cuando se trata de proteger su modelo de negocio, un modelo a día de hoy obsoleto. Ya comentó este tema Tim Berners-Lee:

Record labels have a very strong voice when it comes to arguing for their particular business model, which is in fact out of date. The result is that laws have been created which make out as if the only problem on the internet is teenagers stealing music. The world is bigger than that. The internet is bigger than the music industry. The economic impact of the internet is bigger than the music industry.”

Por supuesto, como el objetivo tiene que ver con “proteger su negocio” más que con difundir cultura, esta colección es un poco difícil de encontrar. Han hecho una tirada muy limitada (sólo 100 copias) y se aseguran otros 20 años de derechos. Aunque, por supuesto, la rareza del material y todo este asunto lo convierten en un candidato ideal para que aparezca en las redes de compartición y descarga de archivos.

Pero lo más triste es que  Sony ni siquiera se inmutó para ‘perpetrar’ este abuso flagrante, aprovechando los puntos débiles de un sistema de derechos que claramente no funciona. Estos temas de derechos son complejos y con muchas aristas. No soy un experto en leyes, pero la lógica me dice que este sistema no puede continuar en el medio/largo plazo. Y muchos ya no creemos que el único objetivo de estas empresas sea la promoción y difusión de la cultura. Su objetivo es, exclusivamente, preservar el statu quo a toda costa.

Y todo esto la misma semana que se suicidaba Aaron Swartz, acusado por “crímenes” contra el copyright por publicar material académico de acceso restringido. Muy recomendable leer el obituario que le dedica Cory Doctorow o la crítica de Lawrence Lessig al proceso con Swartz, hablando directamente de acoso. Como explicaba Marilín Gonzalo, “si nos importa el mundo que estamos construyendo, deberíamos dejar de mirar el caso de Aaron como el de un adolescente atormentado y preguntarnos qué tipo de Justicia tenemos, qué tipo de leyes mantenemos, qué tipo de sociedad permite que un esquema caduco de industria sostenga el copyright”.

No caigamos en la hipocresía de criticar sólo a las empresas que se lucran sin plantearnos que, en la mayoría de ocasiones, en nuestras empresas hacemos exactamente lo mismo: lo que sabemos y generamos hay que protegerlo. Nuestro know-how, nuestros procesos, nuestro conocimiento, nuestra tecnología son propiedades intocables, no se comparten. ¿Es eso lo que nos hace competitivos? Ni siquiera llegamos a plantearnos si compartiendo y difundiendo podríamos beneficiarnos mucho más que protegiendo. Pensadlo.

Créditos de la fotografía: opensourceway en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Vulnerabilidad en tiempos líquidos

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Leyendo el post de Julen sobre empresas invulnerables, me encontré con el vídeo TED de Brené Brown. No lo conocía y, recomendado también por el comentario de Paz Garde, me lancé a verlo. Algunas de las frases del vídeo resumen bien su filosofía:

“Vulnerability is not weakness. And that myth is profoundly dangerous.”
“That’s what life is about: about daring greatly, about being in the arena”
“Vulnerability pushed, I pushed back. I lost the fight, but probably won my life back.”

¿Quién no ha sentido alguna vez que nuestros problemas se hacen enormes y nosotros somos demasiado pequeños para solucionarlos? Una sensación similar a estar desnudos mientras todos nos miran. Aceptar que somos vulnerables es complicado, demasiadas veces construimos muros defensivos. Pero ya hemos comentado que vivimos en sistemas complejos donde no controlamos las condiciones de contorno, y esos muros no son difíciles de superar. Ahí tienen los propósitos de Año Nuevo, un ejemplo de intenciones que se ven superadas continuamente por la realidad.

Mertxe Pasamontes resume muy bien la charla de Brené Brown sobre vulnerabilidad:

La vulnerabilidad, la ternura, la capacidad de dar amor son esas cualidades que empiezan cuando dejamos de controlar y aceptamos que sólo desde ahí, desde ese lugar en el que todas las emociones son posibles, es desde donde se establece la verdadera conexión con los demás. El problema, es que muchos de nosotros, desde niños hemos aprendido que ser vulnerable es ser débil. Que si los demás detectan esa “debilidad” pueden lastimarte. Que sólo los fuertes sobreviven. Que hay que ser “lo más perfecto posible“. Que es más importante lo que haces o lo que tienes, que quién eres. Y así, paso a paso, vamos ocultando bajo una gruesa capa (consumo, comida, adicciones, tensión, estrés, medicamentos, enfermedades, etc..), nuestra parte más sensible, nuestro yo más preciado.

¿Aceptamos los entornos vulnerables en nuestras organizaciones?

A pesar de eso, nuestras organizaciones siguen teniendo poca tolerancia a la vulnerabilidad. Todos conocemos ejemplos de macho-alfa organizativo, personas agresivas y con baja tolerancia a la frustración. A menudo confunden certeza con seguridad, y de ahí a la arrogancia hay un paso. Como decía Borges, la duda es uno de los nombres de la inteligencia. En mi experiencia, un buen punto para detectar un alfa es la microgestión, esa angustia vital por no tener el control total de las cosas. A veces, hay que arriesgarse a sentir ciertos grados de incertidumbre y tolerar el vértigo de saber que es posible que cada detalle no esté a tu gusto, pero el resultado merezca la pena.

Personalmente, me alineo mucho más con la idea de “personas beta”, más emocionales y relacionales, en constante transformación y adaptación. Mucho más cercano a la revolución de los troyanos. Por supuesto, siempre habrá alfas dispuestos a que esto no ocurra. De hecho, estos alfas se enfrentan a un reto descomunal: seguir prevaleciendo y nadar contracorriente en un mundo que avanza hacia la interacción, la gestión de relaciones y que se rebela contra el dominio, la rigidez y el control. En mi opinión, lo tienen prácticamente imposible. Es una cuestión de tiempo.

Vivimos en tiempos líquidos, muchas construcciones en las que creíamos se han ido derrumbando sin remedio en los últimos tiempos. Y a falta de estructuras “sólidas” en las que apoyarse, nos toca convivir con la incertidumbre y la vulnerabilidad. En realidad, conceptos como la vulnerabilidad entroncan muy bien con otros como transparencia. Cuanto más transparente, menos temor a abandonar algunas fortalezas y abrazar nuevas incertidumbres.

Ser vulnerables, como decía Julen, nos hace más humanos. Somos personas.

BOLA EXTRA: Echen un vistazo a los diagramas conceptuales de Tantek Çelik sobre la charla de Brené Brown.

Créditos de la fotografía: Daniel Kulinsky en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Quince años

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Aquel cinco de enero, un joven veinteañero llegó nervioso a su entrevista de trabajo. Llamó a la puerta y se sentó en aquella mesa de nogal, enfrente de un señor canoso que imponía mucho respeto. Fue una conversación amena, donde hablaron de expectativas personales y profesionales, de empresa, de tecnología y de retos. Por supuesto, no faltó la pregunta del millón: ¿dónde le gustaría estar en cinco años? Una pregunta que siempre cuesta responder.

Es el recuerdo de mi primera (y única) entrevista de trabajo. Han pasado exactamente quince años desde aquel día y hoy todo es distinto. Todo empieza con una relación de pareja, donde al principio todo es amor, y en este estado de felicidad y creación no te planteas otras cuestiones. Siempre hay altibajos, con idas y vueltas.

Quizá soy un ‘rara avis’ por estar quince años en la misma empresa. Entonces éramos dos personas y hoy tenemos una plantilla estable de entre 15 y 20 personas. Algo más que compañeros/as con los que pasas diez horas diarias. Quince años vertiginosos, con muchos errores y algunos aciertos que nos han permitido ir creciendo juntos. Pero siempre con un objetivo en mente: seguir aprendiendo personal y profesionalmente, y hacer las cosas lo mejor posible. Lo más satisfactorio de mi trabajo sigue siendo que (creo que) impactamos en la forma de trabajar de las organizaciones, ayudando a hacer las cosas de forma más eficaz y eficiente de forma sencilla. Y eso es mucho.

Aún hoy, no tengo respuesta a donde estaré en cinco años. Quizá aquí, quizá en otro sitio haciendo cosas diferentes. Sólo espero no perder ese interés permanente por seguir aprendiendo. Y seguir trabajando con el mismo empeño.

Créditos de la fotografía: Phelle en Stock Exchange (bajo licencia Creative Commons)

Calentamiento global organizativo: enRhED, Stoos Network y BetaCodex

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Últimamente me he visto relacionado con varias iniciativas que, de una manera u otra, se mueven hacia una transformación profunda en las organizaciones.

Peter Drucker dijo hace tiempo que la mejor estructura no garantiza los resultados ni un mejor rendimiento, pero una estructura equivocada es una garantía de fracaso. En sentido figurado, muchas estructuras y prácticas de gestión son todavía inflexibles, no se han transformado al mismo ritmo de la sociedad y las personas, continúan heladas. Necesitamos iniciativas que aprovechen la energía interna para derretir ese “hielo organizativo”. Un calentamiento global organizativo, que provoque una transformación que no se quede en pequeños cambios, sino que consiga (o, al menos, lo intente) aprovechar esa energía de cambio para conseguir un impacto profundo en la forma de gestionar organizaciones.

En primer lugar, el nacimiento de enRhED, una red de profesionales (entre los que me incluyo) vinculados a la gestión de personas en las organizaciones que impulsan la necesidad de poner en valor la gestión de personas en las organizaciones, desde una perspectiva de gestión abierta, a través de un liderazgo distribuido, que permita que cada persona libere el talento necesario para generar valor a través de la innovación y la creatividad. Se ha redactado una declaración de intenciones que recoge una manera de entender la gestión, con la persona como principal elemento organizativo. Si piensas que merece difundir esas ideas, puedes sumarte a la iniciativa con total libertad.

Por otro lado, el taller “Organizar en la complejidad” de Niels Pfläging me descubrió BetaCodex Network, una red internacional formada por profesionales que están evaluando e implementando un modelo organizacional muy dinámico y descentralizado (centrados en equipos distribuidos e hiperconectados, donde la importancia está en las conexiones no en la jerarquía). La complejidad actual demanda nuevas formas inteligentes de organización, con mayores niveles de auto-organización, transparencia y flexibilidad. Su biblioteca de documentos de libre acceso (casos de estudio, presentaciones, trabajos) es canela fina, repletos de ideas para aplicar y ejemplos.

Relacionado con BetaCodex, Teresa me habló también de Stoos Network (tienen grupo de debate en Linkedin), otra red de profesionales preocupada por reflexionar sobre el liderazgo en las organizaciones y transformarlas desde dentro (todavía no hay mucho material, pero hay muchas inquietudes cruzadas). Las desigualdades, la creciente desilusión de las personas o las consecuencias de la crisis económica plantean la búsqueda hacia un modelo que no se centre sólo en beneficios, y encuentre una forma alternativa de conseguir sostenibilidad y rentabilidad:

There has to be a better way.
We believe that we uncovered some of the common characteristics of that better way. For example, that organizations can become learning networks of individuals creating value and that the role of leaders should include the stewardship of the living rather than the management of the machine.

Algo relevante es que estas iniciativas transformadoras han surgido y se han organizado en red. ¿Casualidad? Como dice Eugenio Moliní, “la red es la única configuración en la que es posible brillar con luz propia al mismo tiempo que otros también lo hacen”.

¿Por qué es tan difícil hacer transformaciones profundas en las empresas, y en nosotros mismos?

Uno de los mayores obstáculos para la transformación individual es que estamos inmersos en sistemas que no creen (ni, por tanto, fomentan) nuestra capacidad de transformación. Por eso la transformación necesita de organizaciones que animen la participación, sin limitar la toma de decisiones a los “líderes”. Organizaciones que no permitan departamentos estancos y derriben muros organizativos. Organizaciones que reconocen la influencia de cada individuo y de los grupos pequeños, que entiendan las motivaciones personales en el marco de conseguir mejores resultados, de forma más eficiente. Organizaciones que sepan decidir y reevaluar periódicamente para adaptarse a nuevas situaciones.

Estamos habituados a que los cambios no se produzcan de la noche a la mañana, sino más bien a través de un proceso lento y laborioso. Pero Niels nos puso sobre la pista de darle a esta transformación un cierto sentido de urgencia. Es posible que estemos llegando demasiado tarde.

Créditos de la fotografía: Tim Shearer en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Sé amable con tus proveedores

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Existe una regla no escrita que dice “el cliente siempre tiene la razón”, casi un dogma de fe en el funcionamiento de muchas empresas. Aquellos que generan recursos son dignos de ser elevados al Olimpo. Sin embargo, sabemos por experiencia que los clientes no siempre están en posesión de la verdad y, demasiadas veces, la relación con el cliente acaba en pleitesía hacia el cliente.
Por otro lado, el contrapunto está en que solemos tratar fatal a nuestros proveedores. Los vemos desde la posición de “superioridad” de tener en nuestra mano la decisión final, en vez como complementos que pueden beneficiar nuestro negocio.

Resulta desesperante el sentido de urgencia que impregna la relación comercial cuando necesitamos un presupuesto, para luego esperar meses hasta dar una respuesta (si la damos). Es el problema de confundir urgente con importante, que tendemos a infravalorar el tiempo ajeno. Y no es solamente que, por sistema, algunos demuestren su mala educación y su poca profesionalidad no respondiendo a los correos electrónicos o al teléfono. Me enerva también la mirada miope de la “reducción de costes”. Si confiamos en un proveedor para servirnos, ¿por qué cuestionamos su profesionalidad/honestidad tratando de negociar y reducir al máximo el precio de sus servicios? No es un inicio prometedor, si pensamos que nos está engañando desde el principio. En el sector TIC, esta actitud es muy habitual. Me sorprende, por ejemplo, que algunos de nuestros proveedores discuten cuántas horas cuesta realizar e implantar un nuevo desarrollo en el producto, bajando al mínimo detalle: “¿Seis horas para desarrollar e incorporar este nuevo informe a la aplicación? Seguro que se puede hacer en cuatro…”

Es sencillo: no regatees un presupuesto. Si te encaja y crees que está acorde con el precio de mercado, acéptalo. Si tienes otra alternativa mejor, escójela, pero no manipules. Y, cuando llegues a un acuerdo, respétalo y evita la tentación de amenazar con finalizar la relación, con el único propósito de conseguir un mejor precio.

En algún momento, todos somos clientes o proveedores, así que es innecesario ser tan agresivo e indolente. Más bien al contrario, un buen proveedor es un activo valioso, porque conoce nuestro negocio mucho mejor de lo que creemos y, en un momento dado, puede sacarnos de un apuro. Algo que un cliente raramente hará.

(La foto de esta entrada es de Ze Clou en Flickr).