Mentoring, una herramienta para conectar talento
Tenía una deuda pendiente desde hace tiempo con escribir sobre mentoring en el blog. Me lo recordó “Mentoring: una moda de alto riesgo” donde percibí un cierto tono de desilusión de José Miguel con el mentoring (a partir de aquí la llamaré mentoría, como propone Fundeu).
Empezaré diciendo que la mentoría me parece una práctica muy potente. Aunque, como bien decía José Miguel, tiene muchas posibilidades y puede caer en manos de irresponsables (como cualquier otra disciplina). Por supuesto, al tratarse de una práctica no reglada, cada persona puede entender cosas diferentes y cada mentor/mentorizado ejercen como estiman conveniente. Y está bien que tengan la libertad de hacerlo.
Mentoría: ¿Hablamos de lo mismo?
Por aclarar de qué estamos hablando, es muy distinto del clásico modelo profesor-alumno o consultor/coach-cliente. La principal diferencia con otras prácticas es un proceso de acompañamiento personal donde se transmite experiencia, valores y relaciones. Ojo, también relaciones, algo que suele olvidarse por la dificultad que entraña transmitir contactos a otra persona.
El mentorizado suele vivir inmerso en las urgencias diarias y le cuesta parar y plantearse detenidamente si está haciendo bien las cosas para alcanzar sus objetivos. El mentor puede brindar esta perspectiva. Gracias a su experiencia (y su distancia) puede ver el bosque en su conjunto y ofrecer consejos más objetivos. No se trata de diagnosticar la situación y proponer soluciones precisas para problemas concretos. En mi opinión, se trata más de “cultivar” el talento que de “alimentarlo”. Debe orientarse hacia trasladar “experiencias” más que “aprenderlas”. Hablamos de mayor “capacidad”, de mejorar posibilidades, y no tanto de mayor “conocimiento”.
En la práctica, el proceso de mentoría establece vínculos personales entre mentor y mentorizado. Y es relevante la idea de que se trata de proceso flexible e informal, cercano a ideas de gestión relativa. No se trata de alcanzar un resultado concreto y cuantificable, sino más bien de ir definiendo un camino continuo entre mentor y mentorizado, que le ayude a ir guiando su desarrollo.
Por otro lado, el riesgo de utilizar esta herramienta no viene solo del mentor. Hay algunas situaciones que pervierten esa relación, y hablamos poco de ellas. En primer lugar, que sea una relación profesional por dinero. En mi experiencia, este tipo de relaciones funcionan mucho mejor cuando se trata de una relación sana y natural, más cercana a lo personal que a lo profesional. Relacionada con lo anterior, afecta mucho al resultado no tener suficiente claras las expectativas por ambas partes. Especialmente por parte del mentorizado, que suele depositar muchas esperanzas en el proceso, en qué conseguirá y cómo rentabilizarlo.
Cuando pienso en un buen mentor, me viene a la cabeza Miyagi-San de Karate Kid. No importa la situación, ofrece a su mentorizado su conocimiento, su experiencia y el asesoramiento adecuado sin egoísmo ni protagonismo, sin esperar nada a cambio. Un gran ejemplo.
Créditos de la fotografía: Julochka en Flickr (bajo licencia Creative Commons).