Gestionar equipos con MBWA en un sistema complejo

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MBWA es el acrónimo de “Manage By Wandering Around”. Hablaba el otro día Raúl Hernández de este término, acuñando la traducción de “gestión mariposera”. Es decir, hablamos de la práctica de “pasearse” entre los equipos que gestionas, para conocer de primera mano sus problemas.

En realidad, lo que propone tiene bastante lógica. Como responsable del equipo, se trata de dedicar tiempo a sus problemas. Tener una predisposición genuina a entender, comunicar sin ambigüedades y mantener esa cercanía de forma coherente. Bajar del púlpito y preguntar: “¿En qué puedo ayudarte para facilitar tu trabajo?” o incluso “¿Cómo puedo hacer mejor mi trabajo?”.

La dificultad con MBWA es evidente: existirán dudas entre los empleados, al entender que puede tratarse de una excusa para controlar o interferir innecesariamente en su trabajo. Sin embargo, ese recelo probablemente desaparecerá si el interés es genuino y el equipo va viendo los beneficios de esta práctica. Porque si habitúas a tu equipo y, después las puertas de tu despacho no están abiertas para comentar cualquier consulta, está complicado que generes confianza. Esto incluye renunciar a tu suntuoso despacho forrado de madera (o cristal en su versión moderna) y sentarte entre el equipo para eliminar barreras.

¿Qué sentido puede tener MBWA dentro de un sistema complejo?

Sin embargo, algo en MBWA no termina de encajarme. Probablemente, que es demasiado fácil derivar en microgestión. A veces, hay que arriesgarse a sentir ciertos grados de incertidumbre y tolerar el vértigo de saber que es posible que cada detalle no esté a tu gusto, pero el resultado merezca la pena. La microgestión supone el desprecio por el trabajo REAL en equipo.

El mismo William Deming no tiene muy claro que MBWA sea efectivo. Lo explica en su libro “Out Of The Crisis”:

‘Management by walking around’ is hardly ever effective. The reason is that someone in management, walking around, has little idea about what questions to ask, and usually does not pause long enough at any spot to get the right answer.

Sabemos que las organizaciones son sistemas complejos. Hemos estado acostumbrados a organizaciones que persiguen un control jerarquizado, en vez de promover el autocontrol de cada parte del sistema.

Efectivamente, no todas las organizaciones tienen el grado de madurez suficiente para poder gestionarse en equipos organizados de forma autónoma. De hecho, son unas pocas escogidas. Pero el papel del manager está cambiando, si no desapareciendo. Como dijo Peter Drucker, “90% de lo que llamamos management consiste en hacer difícil que la gente consiga hacer su trabajo”.

Tal como apunta Deming, hablando de empresas autogestionadas, la “gestión” pierde sentido en beneficio del “liderazgo”. Quizá deberíamos hablar de LBWA (Leadership By Wandering Around), entendiendo el liderazgo como marcar unas directrices de actuación y dejar hacer, generando el mejor contexto posible para que esos equipos autogestionados puedan desarrollarse.

Cuanta menos “autoridad externa” mejor, cuanta más “responsabilidad interna” (y capacidad de decisión) mejor. Cómo lo conseguimos es un bonito trabajo a acometer.

Créditos de la fotografía: Paul Downey en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Escribir a mano para afianzar mejor las ideas

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Apareció esta semana en NYT un artículo muy interesante de Maria Konnikova sobre los beneficios de escribir a mano (vía Error 500). 

El artículo explica que, al escribir con bolígrafo, utilizamos más el cerebro que usando un teclado y esto cambia nuestras estructuras cerebrales. Tomar notas a mano obliga a escuchar activamente y sintetizar lo que es importante. Ayuda a fijar conceptos, mejora la comprensión y mantiene la mente activa. Cuando tomas apuntes con un portátil avanzas más, pero aprendes menos. Para mejorar ese aprendizaje hay que volver al bolígrafo. Algo que experimentamos empíricamente cuando volvemos a escribir a mano después de un tiempo sin hacerlo.

Escribir a mano como buena práctica

Éste es un debate antiguo. Escribir a mano, dibujar, emborronar, conectar ideas sobre papel es una buena práctica en muchos ámbitos. Incluso algunas aplicaciones tratan de reproducir el “encanto” del papel, dibujando sobre la pantalla.

En lo profesional, durante bastante tiempo, tomé mis notas en aplicaciones en la nube. Evernote o Google Docs ayudaban a matar dos pájaros de un tiro: tomabas las notas directamente en formato electrónico. Además, las podías organizar y clasificar fácilmente. Con listas de Wunderlist podíamos preparar una lista de la compra colaborativa en casa. Pero he vuelto al cuaderno y el bolígrafo para tomar notas manuscritas en reuniones y eventos.

Incluso lo he empezado a utilizar para centrar el hilo argumental de las entradas del blog. La dinámica se vuelve más agradable: escribes o dibujas las ideas principales, borras, organizas conceptos y los conectas antes de pasar por el teclado. Ayuda a centrar esas ideas y evitar distracciones. Aparte, escribir a mano potencia mi tendencia natural a dibujar (o sketchnoting, como lo llaman ahora). Si quieren practicar y ver buenos ejemplos, acudan a Sketchnote Army, toda una enciclopedia de las notas visuales.

Pienso en esto viendo a mis sobrinos utilizar la tecnología, y me pregunto si perderán estas habilidades con el (ab)uso. La tecnología nos ayuda, potencia algunas de nuestras capacidades. Pero también nos despoja de habilidades que traíamos de serie, por falta de práctica. Un buen ejemplo es la memoria: apenas somos capaces de recordar algunos números de teléfono habituales.

Es sintomático que volvamos a escribir a mano en tiempos de oficinas sin papel. En definitiva, como en tantas cosas, volvemos a los orígenes.

Créditos de la fotografía: Brett Jordan en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Pensamiento complejo y su relación con la innovación

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Dijo Stephen Hawking que el siglo XXI será el siglo de la complejidad. Cuanto más profundizas en complejidad, más encajan las piezas del puzzle al que has dado vueltas tanto tiempo.

El término “complejo” representa una comprensión del mundo como un conjunto con partes entrelazadas y conectadas. La realidad es una red de relaciones, así que el desafío consiste en reconocer esas redes, ante nuestra imposibilidad para gestionarlas, medirlas o controlarlas.

El pensamiento complejo de Morin

Especialmente interesante es el concepto de pensamiento complejo del filósofo Edgar Morin. El pensamiento complejo es un pensamiento que trata de vincular y distinguir, pero sin desunir. En palabras del propio Morin:

Cuando se habla de complejidad se trata de enfrentar la dificultad de pensar y de vivir.

Propone el mundo como un todo indisociable, donde las personas poseen conocimientos desordenados, ambiguos. Propone un abordaje desde diferentes disciplinas para lograr la construcción de ese pensamiento complejo. El punto en común entre esas disciplinas es el reconocimiento de que nuestra realidad es compleja: no puede contemplarse desde un punto de vista reduccionista, simplificador y acrítico. Se requiere de una visión holística que vislumbre las distintas perspectivas de un objeto o situación. ¿Recuerdan cuando hablamos de educación en pensamiento critico o de gestionar personas desde el sentido común? Siempre hay que tener en cuenta varias perspectivas.

En realidad, para Morin la complejidad responde al principio de unidad en diversidad. Se trata de construir un método sobre la base de las ciencias, a la vez que conjugamos con el pensamiento humanista, social, filosófico y político.

Pensamiento complejo e innovación, íntimamente relacionadas

El pensamiento lógico necesita de un proceso lineal para alcanzar una respuesta novedosa. El pensamiento complejo, sin embargo, es un método no lineal, válido para poner en valor distintos ámbitos, reorganizarlos y buscar soluciones. Bebe de fuentes que el pensamiento lógico descartaría, pero tampoco renuncia a la lógica como base del pensamiento. La búsqueda lógica de lo ilógico.

Morin señala que debemos atender a tres orientaciones: la (des)mundialización, el (de)crecimiento y el despliegue-repliegue. Estas tres orientaciones serán parte de la metamorfosis por venir. La desmundialización implicaría fomentar los artesanos de proximidad, los comercios de proximidad, las comunidades locales y regionales. La orientación de crecimiento habla de potenciar los servicios, las energías verdes y la economía social. El orden del despliegue-repliegue anuncia que el objetivo ya no es fundamentalmente el desarrollo de nuevos bienes materiales, la eficacia, la rentabilidad y lo calculable, sino el retorno de cada uno a sus necesidades interiores.

Si nos fijamos con atención, esas tres orientaciones son comunes a muchos de los productos/servicios más innovadores de la actualidad. Podría decirse que ese pensamiento complejo está directamente relacionado con la innovación. Cualquiera que sea el ámbito de innovación, debe tener en cuenta estos aspectos: gestión, nuevos modelos de organización, desarrollo de nuevos productos y servicios, mejoras para el consumidor o la sociedad, etc. Especialmente, si la intención es abordar esa complejidad para comprender cómo podemos enfocar la búsqueda de respuestas inéditas a problemas antiguos. O encontrar nuevas respuestas a problemas emergentes.

En definitiva, el pensamiento complejo integra la incertidumbre y es capaz de reunir, contextualizar, globalizar, pero reconociendo lo singular y lo cercano. Desde un punto de vista sistémico, sería interesante analizar el impacto de esas nuevas ideas sobre el propio sistema y descubrir cómo el propio sistema evoluciona.

Créditos de la fotografía: Aikawa Ke en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Hablando de complejidad en las organizaciones

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Últimamente he estado analizando la influencia de la complejidad en el ámbito de la empresa. También el funcionamiento de las organizaciones como sistemas complejos y sus posibles derivadas en procesos de gestión del cambio.

Durante los últimos meses, he leído mucho y he escrito algunas entradas sobre el tema en el blog de scalabBle.

Recojo aquí algunos enlaces a mis reflexiones. Casi en secuencia, como resumen de las ideas principales y mis evoluciones:

  1. Organizaciones como sistemas complejos:
    Las organizaciones son sistemas complejos, donde las interacciones entre los elementos generan cambios en el escenario, imposibles de predecir.
  2. Orden emergente:
    El orden emerge de forma natural en sistemas complejos. Los elementos siguen ciertas reglas básicas y esto crea un orden emergente complejo, sin jerarquías.
  3. Nuevos modelos organizativos para entornos complejos e inciertos:
    Nuevos modelos de organización que tienen en cuenta aspectos como incertidumbre o complejidad, cuando las jerarquías tradicionales no dan una respuesta adecuada.
  4. Ética y resultados, dos caras de la misma moneda:
    Ética y resultados están relacionados sistémicamente. Un estudio de Robert Cialdini demuestra que, a menor ética, los resultados empresariales son peores.
  5. Cómo reducir la complejidad organizativa aplicando limitaciones:
    Reducir la complejidad implica, principalmente, tratar de simplificarla a través de un proceso de definición de los límites aceptables.
  6. Caos organizativo como base para innovar:
    Entender el impacto del caos en nuestras organizaciones es importante. Y más cuando, desde pequeños, nos enseñan a evitar el caos y movernos en el orden.
  7. Del desorden de ideas a la innovación real:
    Las organizaciones viviendo en el caos y el valor del desorden como fuente de la creatividad, innovación y conocimiento útil.
  8. Biología aplicada para organizaciones complejas:
    La biología explica el comportamiento que deberían tener las organizaciones, más cercano a la autorregulación que al control jerárquico.
  9. Los sistemas complejos desayunan tu productividad:
    La dinámica de sistemas complejos incide en nuestra productividad. Admitir cierta holgura nos ayuda a reducir la complejidad y mejorar el rendimiento.
  10. Complejidad innecesaria en las organizaciones:
    Los sistemas complejos tienen un comportamiento imprevisible, y las soluciones tradicionales basadas en eficiencia, planificación o supervisión continua, son insuficientes o directamente imposibles de aplicar. Además, para aumentar esa eficiencia imponemos una complejidad innecesaria, más burocracia que genera mayor desorden. Y es que esa idea de eficiencia tiene más que ver con ejercer control que con realizar un buen trabajo.

Mi idea sigue siendo profundizar en este tema, como parte de mi trabajo de consultoría ¿artesana?.

Por supuesto, no pretenden ser dogmáticas ni son reflexiones cerradas. Releyendo los títulos, podría parecer el índice de un libro, aunque no es mi intención primaria. Más bien, el propósito es seguir utilizando el formato del blog para explorar ideas, recoger críticas/comentarios y seguir desarrollando contenidos.

BOLA EXTRA: Como complemento, déjenme recomendar el nuevo blog de Amalio Rey sobre inteligencia colectiva. No dejen que el nombre (en mi opinión, algo parcial para su amplitud de miras) les asuste. Entender y gestionar aspectos como complejidad, emergencia, autogestión u organización en red son clave para entender nuestros retos.

Créditos de la fotografía: Nick Wheeler en Flickr (bajo licencia Creative Commons)

Nuevos modelos organizativos para entornos complejos e inciertos

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(Este post se publicó originalmente en el blog de scalabBle)

Desde el punto de vista tradicional, la organización científica del trabajo de Taylor buscó la mejor forma de realización de las tareas con la aplicación de métodos procedentes de la ingeniería, para proporcionar a los procesos productivos una ordenación con tal de encajar cada tarea. Esto ha perdurado hasta hoy, y se considera un buen gestor a aquel que encamina a su organización hacia escenarios controlados, de equilibrio y estabilidad.

¿Es necesario diseñar nuevos modelos organizativos?

Peter Drucker dijo hace tiempo que la mejor estructura no garantiza los resultados ni un mejor rendimiento, pero una estructura equivocada es garantía de fracaso. Hoy en día el entorno donde nos movemos es inestable. Vivimos tiempos líquidos, como dice Bauman, tiempos donde nos toca convivir con cierto grado de incertidumbre, que es inevitable. Cada vez tiene más valor que la capacidad de afrontar situaciones imprevistas, incluso por encima de la planificación o la estrategia.

Las organizaciones, en sí mismas, son un fiel reflejo de una dinámica compleja. Se diseñaron como jerarquías para simplificar, con el principio de dividir el trabajo y centralizar la toma de decisiones y el flujo de información (de arriba abajo). De algún modo, eran organizaciones pensadas para entornos más rígidos, donde el trabajo se podía dividir y asignar. Sin embargo, en entornos de incertidumbre y complejidad, esta división no resuelve los problemas. La clave hoy es ser capaz de adaptarse con rapidez a los cambios. Por tanto, desde un punto de vista sistémico, más que planificar y dividir tareas debemos fomentar es la preparación ante cualquier circunstancia. Más que una competición de remo, estamos en un descenso en rafting y nos vemos lo que viene después del siguiente recodo del río.

Por otro lado, las organizaciones buscan la máxima eficacia y productividad, pero el molde (valores, procesos, políticas, etc.) donde se encaja todo está obsoleto. Ese entorno de ordeno y mando (command-and-control) ha generado desafección (o, al menos, desconfianza mutua) entre las organizaciones y sus trabajadores. Y esta problemática es algo que cualquier diseño organizativo también debe abordar.

Algunas iniciativas en nuevos modelos organizativos

En los últimos años, han aparecido algunas iniciativas muy interesantes como la holacracia, la red Stoos, BetaCodex o el movimiento NER (que promueven Koldo Saratxaga y su equipo) e incluso otras, que caminan hacia nuevos modelos organizativos más dinámicos y descentralizados (centrados en equipos distribuidos e hiperconectados, donde la importancia está en las conexiones, no en la jerarquía). Nuevos modelos organizativos que no permiten departamentos estancos, que derriban muros organizativos. Nuevos modelos organizativos que reconocen la influencia de cada individuo y de los equipos pequeños, entendiendo las motivaciones personales para conseguir mejores resultados, de forma más eficiente. Modelos para organizaciones que se esfuerzan por decidir y re-evaluar con agilidad, adaptándose a nuevas situaciones.

Cada modelo busca respuestas, pero añade nuevos retos: sensación de caos, problemas de coordinación y comunicación entre personas, dificultades para hacer seguimiento, etc. Así que iremos desgranando diferentes modelos, analizando sus ventajas y desventajas, y sus dificultades, pero sin asumir que son la panacea. Los problemas complejos a veces, no siempre pero a veces, no tienen una solución simple. Es paradójico que en tiempos de máxima complejidad reine ese culto a la sobre-simplicidad. Simplicidad compleja, como la llama José Miguel Bolívar.

En muchas ocasiones, la forma más simple de abordar una situación es conservando cierto grado de complejidad. Al fin y al cabo, nunca existe una solución aplicable a todos los casos. Y cada organización debe tener la libertad de ser diferente.

Créditos de la foto: Michael Heiss en Flickr (bajo licencia Creative Commons)